domingo, 29 de noviembre de 2009

Charco.

Hay un pedazo de cielo que es mío, lo dejaste caer y lo tomé. Estallé de alegría cuando te vi reflejado en ese charco, pero no pude contener las ganas de saltar con mis botas y desfigurar tu rostro en miles de gotas. Barro y sangre se fundieron en esa tarde, cuando tu reflejo trascendió toda barrera y mis botas golpearon tu cara, apuntando directamente hacia tu perfecta geografía. Caos, imperfección, sangre, te herí demasiado tal vez, tal vez lo merecías.
Sé que en algún momento tu luz me cegó y junté los pedazos que quedaban de vos, los guardé junto con el cielo caído, y unas cuantas flores que aún no se marchitaron.

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