domingo, 29 de noviembre de 2009

Viaje.

Me dijo "buen día". Escuché su tímida vocecita resonando por sobre el ruido de las vías y el tumulto de la gente. Me extendió la mano, en señal de saludo. La observé minuciosamente y no pude hacer más que sentir algo de compasión, y un odio irracional al género humano (incluida yo misma)
por permitir que cosas así sean moneda corriente. Pobre niña, hacía mucho frío y ella con su remera de algodón roída y descolorida. Le di la mano. Me dio unas estampitas. Se fue.
Leí en una estampita "No existe flor más bella que tu sonrisa". La otra, decía simplemente "te amo". ¡Qué hermosos mensajes, qué palabras hermosas! Sonreí al pensar lo lindo que sería que un muchacho me dijese algo así. La niña volvió a pasar. Extendía su raquítico brazo e iba acumulando monedas de cinco, diez centavos. Le di algunas.
Me sentí asquerosamente estúpida y humana. Me dieron ganas de abrazar a esa nena, tenía una cara preciosa, hasta creí ver en ella a la hija que perdí. Me sentí terrible.
Nunca más viajé en tren.

0 dejaron un comentario:

Publicar un comentario